Manifestación de los usuarios de Ungdomshuset en 2006
Vista de Christiania.
Vista de Christiania.
Edificio del desaparecido @Info/Shop de la calle Perill en Barcelona (Cataluña)
CSOA Ca la Ramona en Sardañola del Vallés
La Casika. Centro social "okupado" en Móstoles (Madrid )
Grafiti con un símbolo okupa en Málaga
La Eskalera Karakola. Kasa Okupa de Mujeres en Madrid.
Casa Okupada (Viladecans)
Símbolo okupa
Símbolo okupa
Movimiento Okupa
El movimiento okupa es un movimiento social[1] [2] [3] consistente en apropiarse de terrenos desocupados, como edificios abandonados temporal o permanentemente, con el fin de utilizarlos como tierras de cultivo, vivienda o lugar de reunión. El principal motivo es denunciar y al mismo tiempo responder a las dificultades económicas que los activistas consideran que existen para hacer efectivo el derecho a una vivienda.[4]
El movimiento okupa agrupa gran variedad de ideologías -en ocasiones, asociadas a una determinada tribu urbana- que suelen justificar sus acciones como un gesto de protesta política frente a las dificultades económicas para acceder a una vivienda y la especulación, defendiendo el aprovechamiento de espacios abandonados y su uso semipúblico como centros sociales o culturales. Los propietarios legales del terreno, cuyos bienes resultan usurpados -siendo esta actividad una invasión a su derecho de propiedad- pueden denunciarla como un delito ordinario. La legislación relativa a okupación de espacios varía mucho de uno a otro país; en Holanda, por ejemplo, sólo recientemente se ha propuesto penar[5] las okupaciones de edificios o solares. Existen países donde puede haber una legislación que tolere condicionadamente la okupación, o donde existen concesiones temporales por parte de los propietarios a cambio del mantenimiento o alquiler del inmueble.
El movimiento okupa agrupa gran variedad de ideologías -en ocasiones, asociadas a una determinada tribu urbana- que suelen justificar sus acciones como un gesto de protesta política frente a las dificultades económicas para acceder a una vivienda y la especulación, defendiendo el aprovechamiento de espacios abandonados y su uso semipúblico como centros sociales o culturales. Los propietarios legales del terreno, cuyos bienes resultan usurpados -siendo esta actividad una invasión a su derecho de propiedad- pueden denunciarla como un delito ordinario. La legislación relativa a okupación de espacios varía mucho de uno a otro país; en Holanda, por ejemplo, sólo recientemente se ha propuesto penar[5] las okupaciones de edificios o solares. Existen países donde puede haber una legislación que tolere condicionadamente la okupación, o donde existen concesiones temporales por parte de los propietarios a cambio del mantenimiento o alquiler del inmueble.
El término okupa
Okupa y sus derivados procede de la palabra ocupación. La ocupación de viviendas abandonadas ha existido siempre, y en España conoció un gran auge durante los años 1960 y 70, como forma de dar salida a la gran demanda generada por la afluencia de población del campo a las ciudades. También, diversas concepciones políticas insisten e influyen en la toma de tierras, medios de producción y viviendas para la construcción de su ideario social.
La okupación surge a mediados de los 80 a imagen y semejanza de los squatters ingleses. Tras varios titubeos con la denominación (pues no existía en castellano ninguna palabra para nombrar la ocupación con motivos subculturales de viviendas, edificios deshabitados y locales). La diferencia entre ocupar y okupar reside en el carácter político de esta última acción, en la que la toma de un edificio abandonado no es sólo un fin sino también un medio para denunciar las dificultades de acceso a una vivienda .
La palabra okupa y sus derivados han sido popularizados por la prensa de modo que ha llegado a ser reconocida académicamente y es de uso corriente, tanto en la lengua coloquial como en los medios de comunicación, así como también en los diccionarios bilingües como equivalente español del inglés squat. Se utiliza tanto en castellano como en catalán, euskera, gallego y otras lenguas ibéricas. Sin embargo, en su acepción popularizada por la prensa ha venido utilizándose para designar a cualquiera que se instale en una vivienda abandonada, tenga esta acción carácter político o no. El término okupa puede designar también el lugar okupado. La Real Academia Española incorporará la palabra "okupa" en la próxima edición de su diccionario: La Real Academia Española incorporará en su diccionario la palabra "okupa".
En cuanto a la expresión "movimiento okupa" para determinar al movimiento sociocultural que orbita alrededor de la okupaciones es también un término que ha tenido una acogida desigual. Hay quienes afirman tajantemente que no existe tal movimiento sino una multiplicidad de procesos de okupación no necesariamente relacionados. Otros prefieren el plural movimiento de okupaciones, o movimiento de los centros sociales para aquellos que consideran que es el centro social lo que da identidad al movimiento. La palabra okupa referida a personas se ha venido usando en estos últimos años referida a la tribu urbana que utiliza casas abandonadas para vivir, independientemente de su motivación para hacerlo.
La okupación surge a mediados de los 80 a imagen y semejanza de los squatters ingleses. Tras varios titubeos con la denominación (pues no existía en castellano ninguna palabra para nombrar la ocupación con motivos subculturales de viviendas, edificios deshabitados y locales). La diferencia entre ocupar y okupar reside en el carácter político de esta última acción, en la que la toma de un edificio abandonado no es sólo un fin sino también un medio para denunciar las dificultades de acceso a una vivienda .
La palabra okupa y sus derivados han sido popularizados por la prensa de modo que ha llegado a ser reconocida académicamente y es de uso corriente, tanto en la lengua coloquial como en los medios de comunicación, así como también en los diccionarios bilingües como equivalente español del inglés squat. Se utiliza tanto en castellano como en catalán, euskera, gallego y otras lenguas ibéricas. Sin embargo, en su acepción popularizada por la prensa ha venido utilizándose para designar a cualquiera que se instale en una vivienda abandonada, tenga esta acción carácter político o no. El término okupa puede designar también el lugar okupado. La Real Academia Española incorporará la palabra "okupa" en la próxima edición de su diccionario: La Real Academia Española incorporará en su diccionario la palabra "okupa".
En cuanto a la expresión "movimiento okupa" para determinar al movimiento sociocultural que orbita alrededor de la okupaciones es también un término que ha tenido una acogida desigual. Hay quienes afirman tajantemente que no existe tal movimiento sino una multiplicidad de procesos de okupación no necesariamente relacionados. Otros prefieren el plural movimiento de okupaciones, o movimiento de los centros sociales para aquellos que consideran que es el centro social lo que da identidad al movimiento. La palabra okupa referida a personas se ha venido usando en estos últimos años referida a la tribu urbana que utiliza casas abandonadas para vivir, independientemente de su motivación para hacerlo.
Motivaciones
Existen diversos motivos por los que se suele realizar una okupación, aunque generalmente se debe a alguno de los siguientes:
Búsqueda de una vivienda
Búsqueda de una vivienda
En algunos casos se trata de familias, grupos de personas o individuos que buscan un lugar donde poder vivir y no pueden o no quieren pagar un alquiler ni una hipoteca. Se trata de un movimiento social que reivindica el derecho a una vivienda, aun a costa de los bienes de otras personas. Generalmente los partidarios de la okupación suelen justificar esto argumentando que los inmuebles okupados están abandonados o son usados únicamente para especular.[6] Por otra parte, la presión[7] ejercida por las autoridades hace que al poblamiento okupa le sea inherente cierta precariedad,[8] que a su vez dinamiza el movimiento e intensifica sus acciones de protesta.
Realización de actividades y propagación de ideas políticas
Realización de actividades y propagación de ideas políticas
Existen numerosos casos de okupaciones promovidas por gente que busca crear alternativas culturales y asociativas en los barrios en los que viven, a través de los llamados centros sociales okupados. Para ello utilizan los espacios okupados de forma autogestionada realizando en ellos diversas actividades políticas, culturales o de cualquier otra índole. La okupación es utilizada de este modo como un instrumento para conseguir un objetivo: la transformación de la sociedad. Algunos están vinculados ideológicamente a movimientos como el comunismo o el anarquismo. No se puede hablar de homogeneidad del movimiento pues hay divergencia de medios y objetivos en cada centro social. La propia naturaleza heterogénea del movimiento dificulta su identificación con un grupo social determinado, aunque sus ideas suelen ser cercanas a pensamientos de izquierda. Los centros sociales mantienen entre sí una comunicación fluida, aprovechando las nuevas tecnologías[9] para informar sobre sus convocatorias. Sin embargo, sólo ocasionalmente participan en actividades comunes, como movilizaciones de protesta. Por lo general, un centro social responde al contexto específico del entorno en el que se encuentra, lo que determinará la índole de sus actividades.[10] [11]
En los centros sociales se realizan o coordinan diversas actividades sociales, que suelen ser de acceso gratuito: charlas sobre diferentes temáticas (agricultura tradicional, conceptos políticos o concienciación ciudadana), teatro, clases de baile, talleres diversos (desde juegos infantiles a promoción del GNU/Linux), comedores vegetarianos, excursiones al campo, conciertos, recitales poéticos, servicio de biblioteca, clases de castellano para inmigrantes, reuniones de grupos políticos, ecologistas, artísticos o anticarcelarios. Su función en muchos casos es similar a la de los ateneos libertarios de principios del siglo XX.[12]
Aspectos estructurales
En los centros sociales se realizan o coordinan diversas actividades sociales, que suelen ser de acceso gratuito: charlas sobre diferentes temáticas (agricultura tradicional, conceptos políticos o concienciación ciudadana), teatro, clases de baile, talleres diversos (desde juegos infantiles a promoción del GNU/Linux), comedores vegetarianos, excursiones al campo, conciertos, recitales poéticos, servicio de biblioteca, clases de castellano para inmigrantes, reuniones de grupos políticos, ecologistas, artísticos o anticarcelarios. Su función en muchos casos es similar a la de los ateneos libertarios de principios del siglo XX.[12]
Aspectos estructurales
Impacto sobre el urbanismo
Aunque uno de los fundamentos del fenómeno es la recuperación de espacios abandonados, según algunos análisis el impacto de la okupación no es necesariamente favorable al desarrollo del área en la que se desarrolla.[13] [14] El fenómeno de ocupación ha sido comparado con el modelo de crecimiento de los asentamientos de favelas en países en vías de desarrollo.[15] En los países del tercer mundo, el proceso de crecimiento urbano genera asentamientos espontáneos esclerotizados, que con el tiempo van definiendo la estructura definitiva de la ciudad en que se desarrollan. En este contexto, la proximidad con zonas urbanizadas -y las ventajas facilitadas por la comunicación y un entorno socioeconómico desarrollado- acelera el proceso de poblamiento, acentuando la concentración del poblamiento. Algunos autores han estudiado el fenómeno de la ocupación desde dos modelos de crecimiento: El llamado modelo de "agente central" y el modelo de favela.
El modelo de agente central define el asentamiento en función de un modelo heurístico de crecimiento en función de la infraestructura presente en el entorno, así como de los flujos migratorios propios de un área.
El modelo de favelas interpreta el desarrollo de un asentamiento en función de puntos favorables y negativos en torno a un área okupada, que definen y limitan su desarrollo.
Algunos autores[16] han descrito el desarrollo urbano como el efecto del flujo de personas y el flujo -o cambio- de estructuras. En este sentido, los asentamientos espontáneos ofrecen un paradigma a pequeña escala de un proceso de desarrollo paralelo al de la ciudad en que se inscriben. Independientemente de su entorno socioeconómico, el carácter altamente móvil de la población okupa está relacionado con el llamado flujo de movimiento económico de las ciudades tercermundistas: Según Hillier,[17] es la propia estructura de la ciudad la que determina el volumen de movimientos poblacionales. Así, "considerando una ciudad desde la perspectiva de un mapa axial, las calles más integradas -desde el punto de vista urbanístico- deberían corresponder con las zonas más desarrolladas, mientras que las calles menos integradas, y los barrios más segregados serían las zonas más pobres de la ciudad.[18] En las grandes ciudades de países en desarrollo, donde florecen los asentamientos espontáneos, la estructura urbana se caracteriza por una marcada desarticulación. El asentamiento espontáneo, por tanto, se caracteriza en ese entorno por su proximidad a zonas muy desarrolladas, una característica significativa que no necesariamente es propio de los asentamiento okupados de las ciudades del mundo desarrollado. Algunos autores señalan que aunque los factores definitorios de la distribución de asentamientos urbanos responden a unos mismos factores -a saber, disponibilidad de suelo y proximidad a zonas desarrolladas que ofrezcan perspectivas laborales- la naturaleza contrapuesta del desarrollo urbanístico de ciudades desarrolladas o tercermundistas justifica una geografía de la okupación completamente diferente.[19] Otra de las características de la dinámica poblacional de la ciudad tercermundista es el crecimiento centralizado. El crecimiento, también definido por puntos de "atracción" favorables al asentamiento, presenta por tanto una estructura irregular, que puede crear zonas de alta concentración poblacional junto a grandes espacios que carecen de factores favorables al asentamiento y permanecen desocupados aun a largo plazo. De cualquier modo, el desarrollo de un asentamiento depende en última instancia no tanto de su propia tendencia sino de la política de las autoridades locales respecto a la alienación de la propiedad.[20] Es por ello que el factor legal reviste una importancia específica para este tipo de asentamientos.
Aspectos legales de la okupación en España
El modelo de agente central define el asentamiento en función de un modelo heurístico de crecimiento en función de la infraestructura presente en el entorno, así como de los flujos migratorios propios de un área.
El modelo de favelas interpreta el desarrollo de un asentamiento en función de puntos favorables y negativos en torno a un área okupada, que definen y limitan su desarrollo.
Algunos autores[16] han descrito el desarrollo urbano como el efecto del flujo de personas y el flujo -o cambio- de estructuras. En este sentido, los asentamientos espontáneos ofrecen un paradigma a pequeña escala de un proceso de desarrollo paralelo al de la ciudad en que se inscriben. Independientemente de su entorno socioeconómico, el carácter altamente móvil de la población okupa está relacionado con el llamado flujo de movimiento económico de las ciudades tercermundistas: Según Hillier,[17] es la propia estructura de la ciudad la que determina el volumen de movimientos poblacionales. Así, "considerando una ciudad desde la perspectiva de un mapa axial, las calles más integradas -desde el punto de vista urbanístico- deberían corresponder con las zonas más desarrolladas, mientras que las calles menos integradas, y los barrios más segregados serían las zonas más pobres de la ciudad.[18] En las grandes ciudades de países en desarrollo, donde florecen los asentamientos espontáneos, la estructura urbana se caracteriza por una marcada desarticulación. El asentamiento espontáneo, por tanto, se caracteriza en ese entorno por su proximidad a zonas muy desarrolladas, una característica significativa que no necesariamente es propio de los asentamiento okupados de las ciudades del mundo desarrollado. Algunos autores señalan que aunque los factores definitorios de la distribución de asentamientos urbanos responden a unos mismos factores -a saber, disponibilidad de suelo y proximidad a zonas desarrolladas que ofrezcan perspectivas laborales- la naturaleza contrapuesta del desarrollo urbanístico de ciudades desarrolladas o tercermundistas justifica una geografía de la okupación completamente diferente.[19] Otra de las características de la dinámica poblacional de la ciudad tercermundista es el crecimiento centralizado. El crecimiento, también definido por puntos de "atracción" favorables al asentamiento, presenta por tanto una estructura irregular, que puede crear zonas de alta concentración poblacional junto a grandes espacios que carecen de factores favorables al asentamiento y permanecen desocupados aun a largo plazo. De cualquier modo, el desarrollo de un asentamiento depende en última instancia no tanto de su propia tendencia sino de la política de las autoridades locales respecto a la alienación de la propiedad.[20] Es por ello que el factor legal reviste una importancia específica para este tipo de asentamientos.
Aspectos legales de la okupación en España
Hasta la promulgación de un nuevo código penal a finales de 1996 no existía en España una figura legal que penalizase específicamente la ocupación de lugares abandonados. Ésta, de hecho, había gozado de cierta tolerancia en las décadas anteriores como modo de resolver parcialmente el problema generado por la afluencia de gente del campo a las ciudades. En los primeros años de la democracia fueron legalizadas miles de ocupaciones ilegales de viviendas de propiedad estatal.
Hasta 1996 la figura legal a la que se recurría era a la de la falta de coacciones: el propietario de la casa okupada denunciaba a los inquilinos ilegales aduciendo que le impedían utilizar su propiedad, lo cual constituía una coacción. Se abría entonces un proceso judicial civil (no penal), generalmente largo, que solía acabar con una orden de desalojo de la casa okupada.Hubo sin embargo numerosas excepciones: en ocasiones los jueces daban la razón a los okupas. Los factores considerados eran los años de abandono del edificio, el estado del mismo y, en general, cualquier indicio que permitiera suponer ausencia de "función social" de la propiedad. En ocasiones este tipo de sentencias eran dictadas por tribunales superiores cuando los edificios en litigio ya habían sido desalojados por orden de los tribunales de primera instancia.
Aunque la mayoría de los casos acababan en desalojo, la lentitud del proceso civil daba expectativas de cierta duración de la okupación. Ello, unido al rápido incremento del precio de la vivienda, hizo que las okupaciones crecieran exponencialmente en los años 90. El nuevo código penal aprobado en 1996 pretendía restringir las mismas, tipificándolas como delito de usurpación. La consideración de delito aceleraba considerablemente el proceso de desalojo, permitiendo además que éste se produjera por sorpresa, es decir, sin previa notificación a los ocupantes ilegales. Sin embargo, los juzgados solían considerar zanjada la cuestión con el desalojo de la propiedad ocupada, archivando la causa a continuación. Es decir, que casi nunca se han dictado las condenas previstas legalmente por el delito de usurpación, lo que ha generado una sensación de excesiva permisividad en algunos propietarios y poderes públicos locales. Por ello, a veces se ha recurrido a interponer denuncias no por usurpación sino por delitos más graves como desórdenes públicos, allanamiento de morada o robo. Dichas denuncias tampoco han entrañado condenas, por no haberse podido demostrar, pero sí tienen un efecto punitivo en la medida en que obligan a los acusados a hacerse cargo de un proceso judicial duro y a menudo costoso.
Las escasas condenas relacionadas con la okupación han sido las derivadas de denuncias por casos de resistencia a la autoridad durante los desalojos.
En algunos casos, los llamados centros sociales han intentado legalizar su situación iniciando un diálogo con las instituciones, a imagen de las negociaciones que se han dado en otros países europeos donde lugares inicialmente okupados han acabado por ser cedidos bajo fórmulas de alquiler bajo o incluso declarados de interés social o cultural. Este tipo de diálogos han encontrado interlocutores interesados en las instituciones, pero por lo general no han dado fruto, salvo parcialmente en casos como el de la Eskalera Karakola, Centro social Seco, y la escuela de La Prospe. También es cierto que otros centros okupados se oponen a negociar con las instituciones, pues consideran que esto crearía dependencia y/o aceptación de estas.
En la ciudad de Barcelona, la okupación ha logrado ganarse una considerable simpatía,[21] implicando activamente a las gentes de los barrios en sus actividades y defensa de los espacios, manteniendo además una red de centros sociales y casas okupadas coordinadas entre sí que ha servido de modelo para otros lugares.
Historia
El movimiento ha tenido una fuerza significativa en Alemania, Holanda y España. Sin embargo, el movimiento está presente en muchos otros lugares de Europa (Italia, Francia, Inglaterra, etc.) y Latinoamérica (Chile, Argentina, Brasil, Colombia, Venezuela, entre otros).
La película La estrategia del caracol trata el asunto de la okupación en Colombia. Así como también la multipremiada miniserie argentina Okupas. Se han realizado numerosos documentales para las televisiones de diferentes países (algunos excesivamente sensacionalistas) como "Los okupas" elaborado por la Televisión chilena en 1999.
Centro social okupado
Hasta 1996 la figura legal a la que se recurría era a la de la falta de coacciones: el propietario de la casa okupada denunciaba a los inquilinos ilegales aduciendo que le impedían utilizar su propiedad, lo cual constituía una coacción. Se abría entonces un proceso judicial civil (no penal), generalmente largo, que solía acabar con una orden de desalojo de la casa okupada.Hubo sin embargo numerosas excepciones: en ocasiones los jueces daban la razón a los okupas. Los factores considerados eran los años de abandono del edificio, el estado del mismo y, en general, cualquier indicio que permitiera suponer ausencia de "función social" de la propiedad. En ocasiones este tipo de sentencias eran dictadas por tribunales superiores cuando los edificios en litigio ya habían sido desalojados por orden de los tribunales de primera instancia.
Aunque la mayoría de los casos acababan en desalojo, la lentitud del proceso civil daba expectativas de cierta duración de la okupación. Ello, unido al rápido incremento del precio de la vivienda, hizo que las okupaciones crecieran exponencialmente en los años 90. El nuevo código penal aprobado en 1996 pretendía restringir las mismas, tipificándolas como delito de usurpación. La consideración de delito aceleraba considerablemente el proceso de desalojo, permitiendo además que éste se produjera por sorpresa, es decir, sin previa notificación a los ocupantes ilegales. Sin embargo, los juzgados solían considerar zanjada la cuestión con el desalojo de la propiedad ocupada, archivando la causa a continuación. Es decir, que casi nunca se han dictado las condenas previstas legalmente por el delito de usurpación, lo que ha generado una sensación de excesiva permisividad en algunos propietarios y poderes públicos locales. Por ello, a veces se ha recurrido a interponer denuncias no por usurpación sino por delitos más graves como desórdenes públicos, allanamiento de morada o robo. Dichas denuncias tampoco han entrañado condenas, por no haberse podido demostrar, pero sí tienen un efecto punitivo en la medida en que obligan a los acusados a hacerse cargo de un proceso judicial duro y a menudo costoso.
Las escasas condenas relacionadas con la okupación han sido las derivadas de denuncias por casos de resistencia a la autoridad durante los desalojos.
En algunos casos, los llamados centros sociales han intentado legalizar su situación iniciando un diálogo con las instituciones, a imagen de las negociaciones que se han dado en otros países europeos donde lugares inicialmente okupados han acabado por ser cedidos bajo fórmulas de alquiler bajo o incluso declarados de interés social o cultural. Este tipo de diálogos han encontrado interlocutores interesados en las instituciones, pero por lo general no han dado fruto, salvo parcialmente en casos como el de la Eskalera Karakola, Centro social Seco, y la escuela de La Prospe. También es cierto que otros centros okupados se oponen a negociar con las instituciones, pues consideran que esto crearía dependencia y/o aceptación de estas.
En la ciudad de Barcelona, la okupación ha logrado ganarse una considerable simpatía,[21] implicando activamente a las gentes de los barrios en sus actividades y defensa de los espacios, manteniendo además una red de centros sociales y casas okupadas coordinadas entre sí que ha servido de modelo para otros lugares.
Historia
El movimiento ha tenido una fuerza significativa en Alemania, Holanda y España. Sin embargo, el movimiento está presente en muchos otros lugares de Europa (Italia, Francia, Inglaterra, etc.) y Latinoamérica (Chile, Argentina, Brasil, Colombia, Venezuela, entre otros).
La película La estrategia del caracol trata el asunto de la okupación en Colombia. Así como también la multipremiada miniserie argentina Okupas. Se han realizado numerosos documentales para las televisiones de diferentes países (algunos excesivamente sensacionalistas) como "Los okupas" elaborado por la Televisión chilena en 1999.
Centro social okupado
Centro social okupado (CSO) es el nombre que reciben en varios lugares de Europa los edificios ocupados por los okupas con la finalidad de que sirvan total o parcialmente para la realización de sus actividades. Es más frecuente entre los integrantes del movimiento la denominación "movimiento de centros sociales" que "movimiento okupa", esta última popularizada por la prensa.
La denominación centro social es la que se utiliza habitualmente en España, con las excepciones que se indican en los casos catalán y vasco. El nombre completo de un centro social suele ser centro social okupado autogestionado (abreviado en las siglas CSOA) seguido del nombre propio con el que se bautiza a la casa okupada. Al parecer, la denominación española fue importada de Italia, país en el que el movimiento cuenta con una larga historia y posee espacios muy emblemáticos, a finales de los años 1980; aunque en España podemos situar como precedente histórico la labor de los ateneos libertarios durante el primer tercio del siglo XX.
En los lugares donde se habla catalán la denominación centro social compite con la catalana casal, y en los lugares donde se habla el euskera se utiliza gaztetxe, esto es, casa de la juventud.
Un centro social puede llamarse de cualquier forma, aunque es muy habitual que el nombre haga referencia a la calle en la que se ubica (Seco, Lavapiés 15,...), o al uso anterior del edificio (Minuesa, El Laboratorio,CSOA La Fábrika de Sueños, Fábrica Hamsa...). En Cataluña son frecuentes los nombres precedidos de can o ca n', que significa casa de: Can Vies, Can Titella, Ca n'Anglada, etc,.
La denominación centro social es la que se utiliza habitualmente en España, con las excepciones que se indican en los casos catalán y vasco. El nombre completo de un centro social suele ser centro social okupado autogestionado (abreviado en las siglas CSOA) seguido del nombre propio con el que se bautiza a la casa okupada. Al parecer, la denominación española fue importada de Italia, país en el que el movimiento cuenta con una larga historia y posee espacios muy emblemáticos, a finales de los años 1980; aunque en España podemos situar como precedente histórico la labor de los ateneos libertarios durante el primer tercio del siglo XX.
En los lugares donde se habla catalán la denominación centro social compite con la catalana casal, y en los lugares donde se habla el euskera se utiliza gaztetxe, esto es, casa de la juventud.
Un centro social puede llamarse de cualquier forma, aunque es muy habitual que el nombre haga referencia a la calle en la que se ubica (Seco, Lavapiés 15,...), o al uso anterior del edificio (Minuesa, El Laboratorio,CSOA La Fábrika de Sueños, Fábrica Hamsa...). En Cataluña son frecuentes los nombres precedidos de can o ca n', que significa casa de: Can Vies, Can Titella, Ca n'Anglada, etc,.
Actividades
Los centros sociales okupados tratan de satisfacer la necesidad de una parte de la juventud de desarrollar una serie de actividades alternativas al ocio relacionado con el consumo en centros comerciales, en las que puede haber salas de cine comercial, restaurantes de comida rápida con franquicia (como McDonald's, Burger King, Pizza Hut y Kentucky Fried Chicken, Telepizza, etc.), boleras y discotecas.
En ellos se desarrollan talleres de todo tipo (música, pintura, costura, reparación de bicicletas, informática con Linux,[1] etc.), conciertos (gratuitos, o siempre muy baratos), comedores populares (normalmente vegetarianos/veganos), campeonatos (de ajedrez, dardos, etc.), charlas sobre cualquier tema, así como cualquier otra actividad para realizar una colecta, ya sea para el propio CSOA o bien en beneficio de detenidos en manifestaciones, presos políticos o cualquier colectivo que lo solicite y se comprometa a organizarla. Los edificios en los que se llevan a cabo estos talleres pertenecen legalmente a personas físicas o jurídicas, por lo que son muchos los desalojos de estas casas, que se pueden producir sin incidentes o acompañados de violencia. Son destacables los desalojos de los gaztetxes de Pamplona (Euskal-Jai) o del bilbaíno barrio de Santutxu (Sorgintxulo).[cita requerida]
Espacios alternativos de actividades
En ellos se desarrollan talleres de todo tipo (música, pintura, costura, reparación de bicicletas, informática con Linux,[1] etc.), conciertos (gratuitos, o siempre muy baratos), comedores populares (normalmente vegetarianos/veganos), campeonatos (de ajedrez, dardos, etc.), charlas sobre cualquier tema, así como cualquier otra actividad para realizar una colecta, ya sea para el propio CSOA o bien en beneficio de detenidos en manifestaciones, presos políticos o cualquier colectivo que lo solicite y se comprometa a organizarla. Los edificios en los que se llevan a cabo estos talleres pertenecen legalmente a personas físicas o jurídicas, por lo que son muchos los desalojos de estas casas, que se pueden producir sin incidentes o acompañados de violencia. Son destacables los desalojos de los gaztetxes de Pamplona (Euskal-Jai) o del bilbaíno barrio de Santutxu (Sorgintxulo).[cita requerida]
Espacios alternativos de actividades
Alrededor de los centros sociales y los centros sociales okupados podemos encontrar un sinfín de estilos de grupos vecinales y movimientos sociales. Frecuentemente son organizados mediante asamblea. Asociaciones que pueden ser:
Colectivos juveniles.
Colectivos de Okupas.
Sindicatos u otras asociaciones, frecuentemente anarquistas.
Grupos de movimientos sociales o reivindicativos (ecologismo, protestas sociales y/o sindicales, etc.)
Comunas, cooperativas u otros tipos de asambleas vecinales.
Grupos de artistas y colectivos musicales.
Movimientos Hippies.
Movimientos punks.
Emisoras de radios libres.
Algunas de estas formas de asociación buscan organizarse en torno a "Centros sociales", llamados también "espacios alternativos". Suelen ser edificios, locales e incluso pueblos abandonados, que se intentan recuperar declarándolos lugar de reunión popular donde se pueden poner en marcha iniciativas que no gozan de, o no desean, atención institucional, o para las que se desea abrir un sitio entre las rutinas de las clases trabajadoras.
Estas organizaciones pueden poner en marcha:
Colectivos juveniles.
Colectivos de Okupas.
Sindicatos u otras asociaciones, frecuentemente anarquistas.
Grupos de movimientos sociales o reivindicativos (ecologismo, protestas sociales y/o sindicales, etc.)
Comunas, cooperativas u otros tipos de asambleas vecinales.
Grupos de artistas y colectivos musicales.
Movimientos Hippies.
Movimientos punks.
Emisoras de radios libres.
Algunas de estas formas de asociación buscan organizarse en torno a "Centros sociales", llamados también "espacios alternativos". Suelen ser edificios, locales e incluso pueblos abandonados, que se intentan recuperar declarándolos lugar de reunión popular donde se pueden poner en marcha iniciativas que no gozan de, o no desean, atención institucional, o para las que se desea abrir un sitio entre las rutinas de las clases trabajadoras.
Estas organizaciones pueden poner en marcha:
Actividades culturales: conciertos, exposiciones, teatro, cine o vídeo...
Cursillos y talleres.
Charlas y jornadas temáticas, generalmente con contenido social (ecologismo, feminismo, análisis político y económico, sindicalismo...).
Espacios de ensayo para grupos musicales, teatrales, artísticos, etc.
Espacios para la producción de artesanías.
Asambleas y espacios para movimientos sociales, las ONG y campañas de reivindicación.
Organización de medios de contrainformación.
Puesta en marcha de iniciativas editoriales, ya sean literarias, musicales, vídeos, merchandising, etc.
Espacios para la venta de material editorial alternativo, ideológico, etc.
Restaurantes alternativos, a precios reducidos, a menudo buscando poner en práctica métodos ecológicos de alimentación, como pueden ser vegetarianismo, veganismo, agricultura biológica, reciclado de alimentos desperdiciados por la industria alimentaria...
Actividades de propuestas alternativas en general, básicamente dentro de líneas ecologistas y de asambleación, buscando experimentar con modos de vida y de trabajo que se desmarquen de una dependencia respecto a las estructuras estatales y las líneas de organización del trabajo marcadas por el neoliberalismo.
Etc.
Autogestión
Cursillos y talleres.
Charlas y jornadas temáticas, generalmente con contenido social (ecologismo, feminismo, análisis político y económico, sindicalismo...).
Espacios de ensayo para grupos musicales, teatrales, artísticos, etc.
Espacios para la producción de artesanías.
Asambleas y espacios para movimientos sociales, las ONG y campañas de reivindicación.
Organización de medios de contrainformación.
Puesta en marcha de iniciativas editoriales, ya sean literarias, musicales, vídeos, merchandising, etc.
Espacios para la venta de material editorial alternativo, ideológico, etc.
Restaurantes alternativos, a precios reducidos, a menudo buscando poner en práctica métodos ecológicos de alimentación, como pueden ser vegetarianismo, veganismo, agricultura biológica, reciclado de alimentos desperdiciados por la industria alimentaria...
Actividades de propuestas alternativas en general, básicamente dentro de líneas ecologistas y de asambleación, buscando experimentar con modos de vida y de trabajo que se desmarquen de una dependencia respecto a las estructuras estatales y las líneas de organización del trabajo marcadas por el neoliberalismo.
Etc.
Autogestión
Se busca siempre diseñar algún modelo de autogestión, en su caso entendida bajo los siguientes aspectos:
Organización decisoria horizontal a través de asambleas.
Autofinanciación a través de lo obtenido con la venta de material editorial o producido dentro de las actividades programadas (artesanía, etc.), entradas a actividades lúdicas, comidas, bar, si lo hay, etc.
Es frecuente que se trate de evitar la financiación mediante subvenciones a asociaciones, específicamente, y en general toda deuda moral hacia las instituciones oficiales, aunque puede haber excepciones coyunturales.
Los centros sociales, que funcionan asambleariamente, escogen en estas encargados para las diferentes secciones del centro[cita requerida]:
Los encargados de tesorería , que se encargan de la contabilidad, cuantificar las ganáncias, guardarlas, distribución del dinero para actividades..., es decir lo referente a la economía del Centro.
Encargados de la propaganda, diseñar, editar y repartir los carteles de conciertos, talleres, charlas y diferentes actividades que se realizan en el Centro.
Encargados de la música, contactar con los grupos que actúen en el Centro, acordar si hay que pagarles, aunque normalmente los grupos toquen gratuitamente no siempre es así y a veces se acuerda una entrada, de bajo coste y se les paga un porcentaje, se costea el viaje si vienen de afuera... y se encargan también de buscar alojamiento a los integrantes del grupo si vienen de fuera.
Encargado de los talleres, que distribuye el tiempo y días para estos, contacta con las personas necesarias para realizar las actividades, se preocupa de conseguir el material necesario...
Un bibliotecario encargado de la biblioteca, si la hay, encargados del comedor, si lo hay, que se encargan de la obtención de alimentos, establecer el menu, cocinar y todo lo relacionado con el comedor.
Además cada taller tiene su encargado, que traza las actividades a realizar en este, enseña la materia a los interesados, se preocupa del materiál necesario, consultando con el tesorero para la obtención de este... Por último hay un calendario, en el que se pone un encargado por día, que tiene que encargarse del centro y lo que acontezca el día señalado, además de la barra del bar si lo hay, al final del día recoge, limpia y cierra el local, y contabiliza el dinero obtenido para entregarlo a tesorería.
Espacios de convivencia
Organización decisoria horizontal a través de asambleas.
Autofinanciación a través de lo obtenido con la venta de material editorial o producido dentro de las actividades programadas (artesanía, etc.), entradas a actividades lúdicas, comidas, bar, si lo hay, etc.
Es frecuente que se trate de evitar la financiación mediante subvenciones a asociaciones, específicamente, y en general toda deuda moral hacia las instituciones oficiales, aunque puede haber excepciones coyunturales.
Los centros sociales, que funcionan asambleariamente, escogen en estas encargados para las diferentes secciones del centro[cita requerida]:
Los encargados de tesorería , que se encargan de la contabilidad, cuantificar las ganáncias, guardarlas, distribución del dinero para actividades..., es decir lo referente a la economía del Centro.
Encargados de la propaganda, diseñar, editar y repartir los carteles de conciertos, talleres, charlas y diferentes actividades que se realizan en el Centro.
Encargados de la música, contactar con los grupos que actúen en el Centro, acordar si hay que pagarles, aunque normalmente los grupos toquen gratuitamente no siempre es así y a veces se acuerda una entrada, de bajo coste y se les paga un porcentaje, se costea el viaje si vienen de afuera... y se encargan también de buscar alojamiento a los integrantes del grupo si vienen de fuera.
Encargado de los talleres, que distribuye el tiempo y días para estos, contacta con las personas necesarias para realizar las actividades, se preocupa de conseguir el material necesario...
Un bibliotecario encargado de la biblioteca, si la hay, encargados del comedor, si lo hay, que se encargan de la obtención de alimentos, establecer el menu, cocinar y todo lo relacionado con el comedor.
Además cada taller tiene su encargado, que traza las actividades a realizar en este, enseña la materia a los interesados, se preocupa del materiál necesario, consultando con el tesorero para la obtención de este... Por último hay un calendario, en el que se pone un encargado por día, que tiene que encargarse del centro y lo que acontezca el día señalado, además de la barra del bar si lo hay, al final del día recoge, limpia y cierra el local, y contabiliza el dinero obtenido para entregarlo a tesorería.
Espacios de convivencia
También se utilizan estos espacios con la intención de crear comunidades vecinales con planteamientos alternativos afines, o debido a la necesidad de soluciones a problemas de acceso a la vivienda.
Estos colectivos o espacios varían, desde pequeñas asociaciones, asambleas de varias asociaciones paralelas más o menos afines, grupos vecinales de okupas, grupos de recuperación de pueblos... que pueden servirse de un pequeño local, edificios enteros, e incluso calles y barriadas, pueblos y municipios.
Como ejemplo fuerte de esto último podemos poner las comunidades alternativas de países del norte de Europa (Alemania, Holanda, Noruega, Suecia...), donde los movimientos sociales alternativos adquieren formas muy extensas y cohesionadas.
Dos casos famosos muy diferentes, que podemos relacionar a esta forma de vida y a su fuerza de convocatoria, son la comunidad de Christiania en Dinamarca, o algunos años de los barrios okupados de Hannover:
Christiania es una comunidad de unos 800 habitantes establecida de forma semilegal, con acuerdos con el Estado y el Ministerio de Defensa daneses, en la que las decisiones colectivas y la aceptación de nuevos habitantes se toman de forma asamblearia.
En la ciudad de Hannover ha habido barriadas de formas de vida alternativas, frecuentadas por gente afín al movimiento punk. Se cuenta que, como manifestación contra las injerencias de grupos de presión, se comenzaron a celebrar las llamadas “Jornadas del Caos”. Según esta idea, un sector con intereses financieros habría intercedido ante las instituciones para que el gobierno y las Fuerzas de Seguridad expulsasen a un gran colectivo de okupas de un barrio[cita requerida]. Los punks respondieron con disturbios convocados cada verano, a los que se sumaba un gran número de personas venidas de diferentes países. Las instituciones respondieron con grandes despliegues policiales y militares. Con motivo de la situación, también acudieron grupos de ultraderecha, viendo una oportunidad de legitimar el enfrentamiento violento contra los grupos punks.
Oposición a los espacios alternativos
Estos colectivos o espacios varían, desde pequeñas asociaciones, asambleas de varias asociaciones paralelas más o menos afines, grupos vecinales de okupas, grupos de recuperación de pueblos... que pueden servirse de un pequeño local, edificios enteros, e incluso calles y barriadas, pueblos y municipios.
Como ejemplo fuerte de esto último podemos poner las comunidades alternativas de países del norte de Europa (Alemania, Holanda, Noruega, Suecia...), donde los movimientos sociales alternativos adquieren formas muy extensas y cohesionadas.
Dos casos famosos muy diferentes, que podemos relacionar a esta forma de vida y a su fuerza de convocatoria, son la comunidad de Christiania en Dinamarca, o algunos años de los barrios okupados de Hannover:
Christiania es una comunidad de unos 800 habitantes establecida de forma semilegal, con acuerdos con el Estado y el Ministerio de Defensa daneses, en la que las decisiones colectivas y la aceptación de nuevos habitantes se toman de forma asamblearia.
En la ciudad de Hannover ha habido barriadas de formas de vida alternativas, frecuentadas por gente afín al movimiento punk. Se cuenta que, como manifestación contra las injerencias de grupos de presión, se comenzaron a celebrar las llamadas “Jornadas del Caos”. Según esta idea, un sector con intereses financieros habría intercedido ante las instituciones para que el gobierno y las Fuerzas de Seguridad expulsasen a un gran colectivo de okupas de un barrio[cita requerida]. Los punks respondieron con disturbios convocados cada verano, a los que se sumaba un gran número de personas venidas de diferentes países. Las instituciones respondieron con grandes despliegues policiales y militares. Con motivo de la situación, también acudieron grupos de ultraderecha, viendo una oportunidad de legitimar el enfrentamiento violento contra los grupos punks.
Oposición a los espacios alternativos
Estas comunidades de actividad alternativa a menudo se encuentran con la oposición vecinal, institucional o del sistema, o de grupos ideológicos contrarios:
Por oposición del resto de vecinos.
Por presión de los grupos de intereses inmobiliarios.
Se defiende la idea de que, en ciudades de gran actividad financiera o comercial, a veces los movimientos alternativos son reprimidos por presión de los grupos empresariales, que pueden ver en estas formas de asociación un peligro para su influencia política, o señalarlas como factor de inestabilidad social o ciudadana. En estos casos, son de los primeros sectores sociales en apelar contra estos grupos, acusándolos de ser focos de delincuencia o posibles disturbios.
En algunos casos, por ilegalidades respecto a impuestos sobre el suelo, la toma de energía eléctrica o las formas de comercio.
Por ilegalidades respecto al consumo de sustancias no legales.
Frecuentemente, por constituir una fuente de oposición a políticas locales, los grupos de poder que las sostienen o la estabilidad de las costumbres sociales no transgresoras.
A veces son amenazados o agredidos por grupos de ultraderecha.
No obstante, no es infrecuente la aceptación y la convivencia ordenada, en muchos de los casos en que uno de estos centros o asociaciones aparecen en un barrio o pueblo.
Por oposición del resto de vecinos.
Por presión de los grupos de intereses inmobiliarios.
Se defiende la idea de que, en ciudades de gran actividad financiera o comercial, a veces los movimientos alternativos son reprimidos por presión de los grupos empresariales, que pueden ver en estas formas de asociación un peligro para su influencia política, o señalarlas como factor de inestabilidad social o ciudadana. En estos casos, son de los primeros sectores sociales en apelar contra estos grupos, acusándolos de ser focos de delincuencia o posibles disturbios.
En algunos casos, por ilegalidades respecto a impuestos sobre el suelo, la toma de energía eléctrica o las formas de comercio.
Por ilegalidades respecto al consumo de sustancias no legales.
Frecuentemente, por constituir una fuente de oposición a políticas locales, los grupos de poder que las sostienen o la estabilidad de las costumbres sociales no transgresoras.
A veces son amenazados o agredidos por grupos de ultraderecha.
No obstante, no es infrecuente la aceptación y la convivencia ordenada, en muchos de los casos en que uno de estos centros o asociaciones aparecen en un barrio o pueblo.
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